Profesor particular o el baratillo de turno
"Ese debe ser el profesor". No sabía donde me había metido. Aquel final de agosto me ponen en contacto con la tía cuyo sobrino tiene suspenso francés y tiene que aprobar la asignatura para pasar de curso. Uno que acababa de terminar bachillerato, que quiere ser profe y ganarse la vida se embarca en el transatlántico.
Esto de las clases particulares se puede equiparar al escaparate de una tienda: hasta que no entres no vas a saber bien la calidad del producto y lo que venden. Uno espera que el alumno tenga claro lo que tiene que estudiar o hacer. Un cuaderno ordenado, fechado y limpio. Y que comprenda lo que el profesor va explicando en clase.
Nada más lejos de la realidad te encuentras a una criatura más perdida que el barco del arroz que te mira con vistas a que le saques las castaña del fuego. Todo ello en un tiempo récord y el discente sin apenas material y recursos que le ayuden en el estudio.
Uno se pone manos a la obra, de la noche al día tienes que hacer un programa, buscar apuntes, ejercicios y contando con que te tiempo a todo... En cuanto menos te lo espera la hora ha acabado y no siempre te ha dado tiempo a todo.
Finalmente consigues el objetivo y el alumno aprueba. La madre o el padre te da el visto bueno y te pregunta tu disponibilidad para el curso siguiente. Y aquí empieza la larga aventura.
Esto desencadena nuevos alumnos que surgen por contactos, fijado de carteles, internet, un compañero de la carrera que no tiene hueco...
A raíz de esto llega el momento de establecer unas tarifas. Uno quiere buscar un precio rentable. Y aquí viene el dilema: ¿qué entendemos por rentable? Desde mi punto de vista tiene que ser un precio que compense el tiempo invertido en preparar clases, el transporte y las fotocopias. Claro que eso solo lo sabes tú, algunas familias solo ven a una persona que va a estar con el niño 1 o 2 horas a la semana. Y llegados a este punto comienza el regateo, las excusas... Cuando se es principiante se acepta sin darse cuenta que es una trampa mortal porque luego no podrás subir el precio. Esto llevará a la precariedad de este "oficio" e incluso puede perjudicar a algunos compañeros.
Por no hablar de lo versátil que uno se va a convertir. Los padres empiezan a preguntarte aspectos de orientación educativa: ¿qué carrera tiene más salida? ¿qué hacer después de 4º de ESO...?
Otros progenitores te ven como un pañuelo de lágrimas dada sus circunstancias familiares y/o personales. Con el paso del tiempo y las conversaciones te encuentras en el salón de la casa apiadándote de una madre al borde de lágrimas.
Por otro lado, a ciertas horas y ciertos días, empiezan a llegarte mensajes para cuadrar horarios o para corregir deberes del cuaderno.
Volviendo a los alumnos, te encuentras un abanico muy amplio: el modelo, el tranquilo, el caótico, el ausente... El punto común es la gran falta de iniciativa durante la adolescencia. El que algunos además lleguen a decirte que les haga la redacción. El que haya que está detrás de un alumno de 4º de ESO para que haga cualquier cosa. Y el poco manejo que tienen de las TICS pero sí de las redes sociales.
Tras un naufragio, tormentas, mareas de padres, alumnos, precios y cada historia que te encuentras en una casa en la orilla siempre están alumnos que son un rayo de sol en los momentos más duros, de quienes se aprende bastante. Alumnos que son lo mejor de este viaje por la docencia por quienes te das cuenta de que, a pesar de algunas perturbaciones, merece la pena. Bien es de mencionar que ciertos padres o familias acaban siendo personas allegadas, de inspiración, de consejos y de ánimo.
Comentarios
Publicar un comentario